Fuente: Una percha para mi stick.- Tiene mucho mérito ser el póster de todas las habitaciones de pequeños hockeros sin renunciar a ser tu mismo y sin dejar nunca de lado los valores que te caracterizan. Las compañías discográficas «crean» estrellas: cómo vestirse, cómo y qué hablar… contaminan su música de acordes comerciales más pegadizos…y así coronan a la nueva reina del pop. Pero Pedro Gil ha logrado colarse en los corazones de niños y mayores y gozar de toda su admiración siendo simplemente Pedro Gil, con sus defectos, sus errores -que también los ha habido- su particular manera de enfrentar el deporte y la vida y fiel a su personalidad.
Pero he ahí la cuestión… difícil separar mis vivencias personales si precisamente escribo en esta ventanita al mundo porque vivo y siento este deporte.
Por eso, hoy me gustaría desvelar una información que tengo el privilegio de conocer de primera mano. Quiero hablaros del «fenómeno Pedro Gil». Y entendamos fenómeno no como persona extraordinaria o sorprendente en alguna actividad o por alguna cualidad, QUE TAMBIÉN, sino por la repercusión de sus actos.
El hockey sobre patines es un deporte minoritario, mediáticamente es apenas inexistente, pero sin embargo Pedro Gil no lo es. Todo lo que él toca se convierta en noticia como si en vez de stick portara varita mágica. Muchos periodistas deportivos no te sabrían decir el nombre de un jugador de pádel, un judoka o incluso un piragüista -y estamos hablando ya de deportes olímpicos- pero es raro encontrarte a uno que no sepa quién es Pedro Gil, «el de los tatuajes».
Cuando era niña recuerdo que pregunté a mi hermano mayor: ¿Madonna no está muerta? Porque me parecía demasiado famosa para vivir… supongo que de pequeños asumimos que los muertos son mejores. Pues yo creo que los pequeños hockeros deben ver en Pedro Gil lo que yo en Madonna -pero ellos no le han matado aún, por suerte-.
Todo esto no sería de extrañar si Pedro hubiese buscado que fuera así. Hay deportistas que son especialistas en «vender» lo que hacen aún más que en hacerlo bien. Pedro no. No se vende. No se adapta, no es camaleónico. Es como es. Con sus tatuajes y toda esa apariencia poco comercial que no encaja en el modelo de ídolo que los padres habían pre-concebido para sus hijos. No es un experto de las redes sociales. No usa hashtags. No creo que recuerde felicitar el cumpleaños a aquellos tienen más followers para que los demás lo vean…él no. No es así. Él sólo juega, da lo mejor de sí mismo en cada partido y además cuando habla deja ver que no hay ni un ápice de casualidad en su éxito. Recordemos sino sus declaraciones en final four europea el pasado año:
«Día que pasa, tengo un día menos de mi vida hockística, estoy un día más cerca de dejar esta modalidad espectacular y bonita y por eso tengo aún más voluntad de entrenar y ayudar al colectivo».
Lanzas la publicidad de un campus en el que está Pedro y te llegan emails de diferentes partes de Europa porque franceses, italianos, portugueses…todos le quieren conocer a él, al protagonista de los vídeos que ven una y otra vez, al capitán de la selección española más laureada de todos los tiempos y al marido, padre, entrenador y jugador que es.
Si todos los que te idolatran pudieran conocerte… se darían cuenta de que eres referente dentro y fuera de la pista.
Procura ser tan grande que todos quieran conocerte y tan humilde que todos quieran estar contigo (Gandhi).